Me preguntan por el
país que sueño o que deseo. Y debo decir que mi deseo es que en Chile el hombre
y la mujer sean respetados. El ser humano es lo más hermoso que Dios ha hecho.
El ser humano es “imagen y semejanza” de Dios. Quiero que en mi patria desde
que el ser humano es concebido en el vientre de una mujer, hasta que llega a la
ancianidad, sea respetado y valorado. De cualquier condición social, de
cualquier pensamiento político, de cualquier credo religioso, todos merecen
nuestro respeto.
Quiero que en mi país
todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria es una tarea de la cual
nadie puede sentirse excluido. Quiero que en Chile no haya más miseria para los
pobres. Que cada niño tenga una escuela donde estudiar. Que los enfermos puedan
acceder fácilmente a la salud. Que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable
y que le permita alimentar a su familia. Y que cada familia pueda habitar en
una casa digna donde pueda reunirse a comer, a jugar, y a amarse
entrañablemente.
Quiero un país donde
reine la solidaridad. Muchas veces ante las distintas catástrofes que el país
ha debido enfrentar, se ha demostrado la generosidad y la nobleza de nuestro
pueblo. No es necesario que los terremotos solamente vengan a unir a los
chilenos. Creo que quienes poseen más riquezas deben apoyar y ayudar a quienes
menos poseen. Creo que los más fuertes no pueden desentenderse de los más
débiles. Y que los sabios deben responsabilizarse de los que permanecen en la
ignorancia. La solidaridad es un imperativo urgente para nosotros. Chile debe
desterrar los egoísmos y ambiciones para convertirse en una patria solidaria.
Quiero un país donde
se pueda vivir el amor. ¡Esto es fundamental! Nada sacamos con mejorar los
índices económicos o con levantar grandes industrias y edificios, si no
crecemos en nuestra capacidad de amar. Los jóvenes no nos perdonarían esa
falta. Pido y ruego que se escuche a los jóvenes y se les responda como ellos
merecen. La juventud es nuestra fuerza más hermosa. Ellos tienen el derecho de
ser amados. Y tienen la responsabilidad de aprender a amar de modo limpio y
abierto. Pido y ruego que la sociedad entera ponga su atención en los jóvenes,
pero de un modo especial eso se lo pido y ruego a las familias: ¡No abandonen a
los jóvenes! ¡Escúchenlos, miren sus virtudes antes que sus defectos,
muéstrenles con sus testimonios un estilo de vivir entusiasmante!
Y por último, quiero
para mi patria lo más sagrado que yo puedo decir: que vuelva su mirada al
Señor. Un país fraterno sólo es posible cuando se reconoce la paternidad
bondadosa de nuestro Dios. He dedicado mi vida a esta tarea: que los hombres y
mujeres de mi tierra conozcan al Dios vivo y verdadero, que se dejen amar por
El y que lo amen con todo el corazón. Quiero que mi patria escuche la Buena
Noticia del Evangelio de Jesucristo, que tanto consuelo trae para todos.
Este es mi sueño para
Chile y creo que con la ayuda de María, ese sueño es posible convertirlo en
realidad.
RAÚL CARDENAL SILVA
HENRÍQUEZ
Santiago, 19 de
noviembre de 1991
¿Cuál es tu sueño para Chile?
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